POR GONZALO QUIÑONES
Juan Pueblo es un ciudadano marginado por el silencio cómplice de una sociedad permisiva, donde la cohonestación y la mentira, la pérdida de los valores, el libertinaje confundido con la verdadera libertad aporrea y de qué manera la dignidad humana. Donde la corrupción pública y privada y militar y en la justicia y en la salud y donde en el sector financiero están los intocables, lo mismo que en la política y en empresas trasnacionales generadoras de la explotación y el abuso en las condiciones de pago y en los servicios públicos, la minería perniciosa que envenena las aguas de los ríos y talan los bosques sin escrúpulos.
Donde las ciudades están asfixiadas por la inseguridad y la polución y porque pasan y pasan los días y nada que solucionan los trancones de los vehículos. Y donde la educación pública y el deporte son mirados con desdén porque no dan votos y finalmente la alimentación de los niños escolares es un negocio infame, y como todos estos aspectos de orden social son regidos y fomentados por la clase política y desde el Congreso de la república, le permiten a Juan Pueblo exclamar que “no hay por quien votar” en las elecciones de octubre próximo.
El taxativo sentimiento de este ciudadano del común, es un reflejo de la desconfianza, la incredulidad y el desconcierto que han sembrado los señores y señoras políticos, quienes actúan como dirigentes y analistas, como líderes de las juntas de acción comunal (más bien búnkeres politiqueros) que se aprovechan de las necesidades primarias de los habitantes de los barrios humildes (pobres) para llevarlos como borregos a votar por el candidato de sus afectos personales.
A propósito de la inscripción de candidatos a los puestos por elección popular, especialmente a los consejos municipales es numeroso y vergonzante esa cantidad de aspirantes inhabilitados. Sinónimo, corruptos politiqueros desde su comienzo, desde la base misma.
De ahí que la política en su totalidad y por consiguiente cada persona con el título de ¡dirigente político! están llamados a una reestructuración de sus principios tanto misionales como ejecutivos. Es urgente que ellos, mediante una estrategia sistemática recobren la confianza, la credibilidad y la fe del pueblo. Es necesario que la academia se incline por la formación integral de cada persona que aspire a cualquier título. Es importante que los docentes y estudiantes de la secundaria y universitaria, investiguen los principios fundamentales y fundantes de la política, fuente indiscutible del bien social y colectivo. De la jurisprudencia, fuente inagotable para la humanización de la justicia. Y ojalá volvamos a sembrar las ideas de dirigentes como Luis Carlos Galán de cuyo magnicidio lo recordamos hoy y muchos más personajes que dentro de la filosofía de la política han iluminado el destino humano de la sociedad colombiana.