El espectáculo que los colombianos presenciamos en el acto de posesión de Iván Duque como Presidente de la República hace creer en que una cosa piensan los congresistas del Centro Democrático y otra muy diferente el hombre escogido para manejar los destinos del país en los próximos cuatro años. Mientras el nuevo mandatario pronunció un discurso de corte conciliador, donde invitó a deponer los odios, el presidente del Senado se vino con una catilinaria contra el gobierno de Juan Manuel Santos, que mereció condenas en las redes sociales. Ni en los tiempos de la violencia partidista el país escuchó a un presidente de esa corporación pronunciar un discurso en tono agresivo contra el gobierno saliente. La de Ernesto Macías fue una intervención virulenta, con un sabor a venganza.

Colombia se sorprendió cuando el senador por el departamento del Huila empezó a enumerar los que, en su concepto, fueron los resultados de los ocho años de gobierno de Juan Manuel Santos. No porque no tuviera derecho a expresar sus puntos de vista sobre la administración saliente, sino porque no era el escenario apropiado para decirlo. El discurso de un presidente del Senado para darle posesión a un nuevo mandatario debe ser conciso, centrado en las propuestas de quien entra a regir los destinos del país. Pero lo que el senador Ernesto Macías hizo fue poner el espejo retrovisor para expresar su animadversión por Juan Manuel Santos. En sus palabras se reveló como un hombre que va en contravía de las propuestas de Iván Duque de cerrar el capítulo de la confrontación política.

Los colombianos nos preguntamos si el discurso incendiario del presidente del Senado fue aprobado por la bancada del Centro Democrático o fue la expresión personal de un hombre que tiene una dignidad política que lo obliga a ser mesurado en la exposición de sus ideas. Si lo primero ocurrió, se ve mal que un partido que empieza a gobernar le pase al presidente saliente cuenta de cobro por no haber hecho lo que Álvaro Uribe quería. Esto coincidiría con lo que el mismo partido expresó en un aviso de página entera publicado en este diario. Si lo hizo a título personal, no era el momento propicio para sacarse de adentro sus odios. Sobre todo porque Ernesto Macías hablaba como presidente de una corporación pública, es decir, llevaba la vocería de todos los miembros del Senado.

Hubo una diferencia abismal entre el discurso pronunciado por Iván Duque y el que pronunció el presidente del Senado. El primero fue un discurso propositivo, centrado en la idea de construir un país sin odios, estructurado sobre un programa de gobierno que busca devolverles a los colombianos la confianza en la justicia, la fe en las instituciones y la esperanza en un futuro con equidad social. El segundo fue un discurso sesgado, lleno de recriminaciones, escrito por una persona que no acepta el consenso. Mientras Duque propone pasar la página del santismo sin mirar hacia atrás, Macías dice que hay que abrirle un juicio a Santos para cobrarle la situación en la que deja el país. Dos visiones distintas: uno busca la conciliación; el otro, la confrontación.

En los dos discursos afloraron formas distintas de construir país. Ernesto Macías le apuesta al juzgamiento del presidente saliente porque, según sus palabras, acabó con el país. En cambio, Iván Duque expone ideas claras para hacer de Colombia una nación donde exista la unidad, se respeten las diferencias y se busque la reconciliación. Macías habló con rabia en el corazón, Duque con sentido de responsabilidad. El primero sacó a relucir viejas rencillas partidistas, el segundo expuso un programa de gobierno que invita a deponer las diferencias ideológicas en aras de alcanzar la convivencia. Macías se convirtió en vocero del ala recalcitrante del Centro Democrático, mientras que Iván Duque demostró que pertenece al ala moderada.

Frente a la agresividad de Ernesto Macías surgió un Iván Duque ponderado, conciliador, constructor de futuro, ajeno a la diatriba. Se escuchó la voz de un líder que quiere superar las rencillas para buscar la unidad en torno a un programa de gobierno centrado en darle apoyo al emprendimiento, en acabar con la corrupción, en mejorar la atención en salud, en abrir las puertas del entendimiento político. El de Macías fue un discurso rencoroso. Mientras Duque propuso un gran pacto por Colombia, el presidente del Senado sacó a relucir su falta de tacto político. Macías intentó darle a Duque órdenes para que gobierne mirando hacia atrás. Quedó muy mal frente a la opinión pública el senador del Huila, y muy bien el nuevo mandatario. El suyo fue un discurso aleccionador, que fijó metas a su equipo de gobierno.
Tomado del correo de 
JOSÉ MIGUEL ALZATE