Por Jaime Orlando Rios Ossa
Toda crisis o situación extrema nos deja alguna enseñanza, y esta no ha sido la excepción,
a pesar de que todavía no hemos superado las difíciles circunstancias originadas
por el nuevo virus.
El despertar del valor de la solidaridad, ese impulso que nos lleva a respaldar incondicionalmente
las causas ajenas en situaciones comprometidas o difíciles, está de vuelta.
Vemos con satisfacción cómo fluyen los mercados, los artículos de primera necesidad
para calmar el hambre a los más necesitados; cómo crecen día a día, las donaciones para
mejorar nuestro sistema hospitalario, vital en esta lucha contra un enemigo invisible.
Hoy vivimos en un mundo más solidario que parece no fuera el nuestro, olvidamos por
momentos ese universo egoísta en el que “sálvese quien pueda”, es la consigna. Esta
amenaza, que no distingue entre ricos y pobres, ha generado un momento histórico en
que solo si trabajamos unidos podemos salir victoriosos.
Por eso, no dejan de ser muy mezquinos y unos completos bribones, aquellos que se están
lucrando con los dineros destinados a los más pobres, o los que están encareciendo
la canasta familiar al aprovecharse de la necesidad de todos.
En Manizales y Caldas, vemos con alegría todos los esfuerzos que se están haciendo
para ayudar, en especial a las personas menos favorecidas por la riqueza, a los habitantes
de la calle, a las trabajadoras sexuales, a los desempleados. ¡Aleluya!, ha vuelto la
solidaridad.