Por Jose Miguel Alzate Escritor y Periodista
El tema de conversación en el mundo, en este momento, no es otro que los estragos que en la economía mundial causará el coronavirus, ese enemigo microscópico que nos tiene encerrados en las casas para evitar ser contagiados y, en el peor de los casos, morir víctimas del covid-19, la enfermedad que produce en los pulmones. A la hora de escribir esta columna el virus que fue descubierto en la ciudad de Wuhan ha dejado en todo el orbe 2 millones 623 mil 231 personas infectadas, de las cuales 182 mil 740 han muerto. El país que más ha sufrido los rigores de esta pandemia es Estados Unidos. A la fecha la primera potencia mundial registra 846 mil 692 infectados y 47 mil 537 muertos. Mientras tanto, en Colombia ya van 4 mil 356 infectados y 256 muertos.
Las cifras anteriores nos indican que el mundo no estaba preparado para enfrentar una pandemia que podía cambiar nuestro comportamiento y nuestra forma de vida. Aunque personas de inteligencia superior alertaron a los gobiernos sobre un virus más dañino que el ébola, que podría aparecer en cualquier momento, nadie las escuchó. Por ahí rueda un video donde Bill Gates, el fundador de Microsoft, advierte sobre esta posibilidad. En él, el hombre más rico del mundo critica a los gobernantes porque invierten recursos cuantiosos en la carrera armamentista, pero no en la salud. Dice, entre otras cosas, que a los militares los gobiernos los preparan sin mirar el gasto en que incurren, mientras no invierte en capacitar a los médicos para hacerle frente a un virus que podría poner al mundo en jaque.
Lo que la humanidad está viviendo desde el pasado 11 de marzo, cuando el director de la Organización Mundial de la Salud advirtió sobre lo que podría suceder después de que el coronavirus fue declarado como pandemia, es algo inédito. En ese momento nadie imaginó que la vida iba a cambiar de la forma en que lo está haciendo, y de manera tan acelerada. Nunca se nos pasó por la mente que estaríamos confinados en nuestras casas para evitar el crecimiento exponencial de la enfermedad causada por este virus. Tampoco que veríamos los aeropuertos cerrados y el aparato productivo paralizado. Mucho menos que dejaríamos de darles abrazos a los seres queridos por temor a contagiarlos. Esto quiere decir que, en cuarenta días, el mundo cambió.
Después de todo lo que nos ha tocado ver como consecuencia de la aparición del coronavirus, lo que uno se pregunta es: ¿Cambiará el mundo después de esto? La verdad, no hay una respuesta clara a este interrogante. Sin embargo, en la calle la gente le apuesta a que, pasada esta pandemia, la sociedad será distinta. Thierry Ways, columnista de El Tiempo, dice que el virus no va a acabar con las desigualdades sociales ni asegura la muerte del capitalismo. Y agrega que “ralentizará el proceso de globalización que había enriquecido enormemente al mundo en las últimas décadas”. En esto tiene razón. Pero hay aspectos en los cuales el mundo si va a cambiar. Esta pandemia nos esta enseñando a ser solidarios con el que nada tiene. ¿Un ejemplo? Los miles de millones de pesos que se han recogido para, en esta emergencia, atender a las clases vulnerables.
Después de esta pandemia que tiene al mundo en vilo, seguramente cambiaremos la percepción que tenemos de la sociedad. Si algo nos está enseñando este virus es que todos los seres humamos somos iguales ante la muerte y, por lo tanto, sentimos el mismo temor a morir. Nos hemos dado cuenta de que, en este momento, el mismo riesgo corre el que tiene plata que el que no la tiene. De lo que estamos viviendo, hay que destacar cómo la humanidad está volviendo a la espiritualidad. Lo confirma los millones de personas que escucharon el mensaje del papa Francisco en su bendición Urbi et Orbi cuando dijo que esta pandemia debería cambiar la actitud del hombre frente a la sociedad. El Sumo Pontífice recalcó en que el hombre debe dejar a un lado el orgullo, y mirar a sus semejantes con ojos de amor.
El mundo no va a ser el mismo después de que pase esta tormenta. La crisis económica que van a vivir todas las naciones cambiará las preocupaciones de los gobernantes: le pondrán más atención a la salud, y tratarán de erradicar la pobreza. La cantidad de muertos que dejará el covid-19 nos hará entender que somos “leves brisas al viento y al azar”, para utilizar la expresión de Porfirio Barba Jacob en La canción de la vida profunda. Por lo tanto, debemos ser más sencillos, y dar muestras de humildad. Vamos a ser más solidarios, vamos a reconstruir el tejido social entre todos, vamos a comprender que el dinero debe cumplir una función social. Esta pandemia nos recordará que las familias que esperan una ayuda viven del rebusque, y no tienen con qué comprar comida. Debe tocarnos el alma la necesidad del otro.