POR JOSE MIGUEL ALZATE
A finales del mes de diciembre la Organización Mundial de la Salud se pronunció sobre la aparición en China de una extraña enfermedad que atacaba los pulmones. Nadie llegó a pensar en ese momento que se trataba de un virus que pondría al mundo en jaque. Los afectados que empezaron a ser tratados en el Hospital Zhongnan, de la Universidad de Wuhan, en la provincia de Hubei, despertaron la atención de la comunidad médica. Aunque el 17 de noviembre se descubrió la primera persona infectada, un ciudadano de 55 años de edad, se necesitó que pasaran dos meses para saber que se trataba de una pandemia causada por un coronavirus. Hasta el 15 de diciembre, a 27 pacientes se les había diagnosticado la enfermedad que este produce, covid-19.
Las alarmas se encendieron cuando a finales de ese mes, el número de infectados que buscaban atención médica en el hospital de Wuhan llegó a 266. Y más aún cuando, cuatro días más tarde, el primero de enero, la cifra subió a 381. Fue ahí cuando el doctor Zhang Jixian, especialista en medicina pulmonar, advirtió que la enfermedad que presentaban los pacientes era provocada por un nuevo coronavirus. Entonces se dio la voz de alerta. En un principio, la Organización Mundial de la Salud habló de una epidemia. Pero el 11 de marzo, su director, Tedros Adhanom, reveló en una rueda de prensa que por los niveles alarmantes de propagación se trataba de una pandemia. “Podemos esperar que el número de casos, de fallecimientos y de países afectados aumente en los próximos días”, pronosticó entonces.
Cuando el director de la Organización Mundial de la Salud reveló que se trataba de una pandemia, ya habían fallecido cerca de 4.300 personas y estaban infectadas más de 120.000. Además, ya había llegado a más de cien países. “El mundo no está preparado para una pandemia por patógeno respiratorio virulento y rápido”, había dicho semanas antes Gro Harlem Brundtland, exdirectora de la entidad, que lideró una junta de monitoreo mundial. Para esos días, ya en Italia se estaban presentando los primeros brotes de coronavirus. Y el mundo miraba incrédulo cómo la enfermedad se propagaba por todos los países. Fue ahí cuando los gobiernos empezaron a prepararse para contener el avance del virus. Por lo que había sucedido hasta ese momento, sabían que infectaría a sus ciudadanos.
¿Qué es el coronavirus? Todo el mundo lo sabe. Pero no sobra repetirlo. Es un tipo de virus que ocasiona una enfermedad respiratoria que se propaga de persona a persona, y que afecta con mayor letalidad a pacientes con enfermedades crónicas. De acuerdo con el doctor Elías Rodríguez Ferri, catedrático de Microbiología en la Universidad de León, experto en zoonosis, proviene de los murciélagos. Sus síntomas son dificultad para respirar, fiebre alta, dolor de cabeza, secreción nasal y tos seca. Puede causar neumonía. Se transmite por cercanía con una persona infectada. Se propaga “mediante gotículas respiratorias que se producen cuando una persona infectada tose o estornuda”, y que pueden caer sobre superficies y objetos que, al tocarlos, permiten que el virus se quede en las manos y penetre al cuerpo.
Los medios de comunicación explican a diario cómo se puede evitar la infección con coronavirus. Lo hacen porque son conscientes de que el avance del virus depende en gran parte del cuidado de la gente. Insisten en que se debe evitar el contacto cercano con personas enfermas y no tocarse los ojos, la nariz y la boca con las manos sin lavar. Este es el primer motivo de infección. Por esta razón estamos obligados a lavarnos las manos con agua y jabón constantemente. Pero lo que más recomiendan los médicos es el aislamiento social. De allí que las autoridades tomen medidas draconianas: obligar a los ciudadanos a encerrarse en sus casas. Se debe ser consciente de que, evitando salir a la calle, estamos protegiendo nuestra salud. Es por el bien de todos.
Por su facilidad de propagación, por la cantidad de muertes que ha causado y porque ya está en más de 180 países, el nuevo coronavirus puede calificarse como la peste del siglo XXI. Unas 215.000 personas habían sido contagiadas hasta el 20 de marzo. De ellas, casi 9.000 murieron. Esto ha originado una emergencia mundial. Desde luego, no va a tener los alcances de la gripa española, que en 1918 dejó 40 millones de muertos. Pero la economía puede entrar en recesión. El dólar ha registrado un alza muy fuerte y el precio del petróleo ha caído a niveles muy bajos. Y, lo más grave, no hay infraestructura hospitalaria para atender a los enfermos. Si en Italia están dejando morir a la gente porque no hay respiradores, ¿qué se puede esperar de Colombia, donde las camas disponibles en cuidados intensivos son apenas 5.684?
José Miguel Alzate