POR GONZALO QUIÑONES

El titular de esta nota parece traído de los cabellos. O quizá de otra galaxia. Pero no. Si bien tienen su analogía, se diferencian en su extensión. Los mares son menores que los océanos. Los mares son cerrados, los océanos abiertos y presentan mayor profundidad. Ambos son iconos inexpugnables a pesar de las acciones investigativas que se adelantan. Son expresiones de hondo calado de la madre naturaleza y sin lugar a dudas en ellos navegan grandes misterios.

En un documento esgrimido por el Papa Francisco, muestra su enorme preocupación por el comportamiento y manifestaciones de los mares y los océanos. Y reclama a manera de exhortación la participación de los científicos en esta área; los presidentes de cada país; los voceros del medio ambiente y las personas de buena voluntad, para trazar y postular una estrategia efectiva, con el fin de aminorar el fenómeno natural, que se acepta desde ya, como una eventual tragedia mundial sin antecedentes y de alcances inmedibles.

Como puntos de referencia, para que alcancemos a medir un poco, la representatividad e importancia de los mares y océanos, señala el escrito papal, que debemos tomar conciencia que los cambios inverosímiles del clima y el medio ambiente, no soportan tanta indisciplina, abuso y desconsideración por parte de las personas de las distintas regiones del mundo.

Nos recuerda que esas masas gigantes de agua, cubren las 3 cuartas partes de la superficie de la tierra. Que es tan valioso su poder que absorben el 30 por ciento del dióxido de carbono producido por los humanos y amortiguan los serios impactos del calentamiento global. La pesca marina hoy emplea directa o indirectamente más de dos millones de personas.

Observadores del tema, admiten que no menos de 200 mil especies plenamente identificadas, mientras que otros investigadores indican que son millones de especies que dependen de las aguas marinas. Sin la menor duda los mares  y océanos son los PULMONES DEL MUNDO. El fitoplancton oceánico es la fuente responsable de la producción de más de la mitad del oxígeno del planeta. Y como si fuera poco más de 3 mil millones de personas dependen de la BIODIVERSIDAD marina y costera para su sustento. Frente a esta realidad marina, nuestra Nación, cuenta con dos océanos ubicados en un orden de  importancia, que no merece la  menor discusión.

Pero si merece toda la atención ya que contamos con preocupantes evidencias gráficas de su descomposición, deterioro y el impacto que les han generado los artículos derivados de los componentes químicos, que en forma silenciosa y hasta misteriosa, envenenan sus aguas. Los principales ríos nuestros son cloacas, por  cuanto circulan por sus corrientes toda clase de inmundicias lanzadas por manos indolentes y personas sin escrúpulos, donde toda ladera la convierten en un gigante basurero, mientras que la minería ilegal, las siguen envenenando sin ningún control. ¿Llegaran los hombres del presente siglo a envenenar las aguas marinas hasta declararlas en vía de extinción?

Reflexionemos. Nos resistimos a creerlo. Este es un aporte y una mirada de septiembre declarado el mes del AMOR Y LA AMISTAD CON LA MADRE NATURALEZA, que cada día, nos sorprende con sus reacciones de alcances insospechados y donde la impotencia humana se hace presente y cobra vidas.