Por Gonzalo Quiñones V.

El título de la presente nota no es un lema de campaña, es simplemente una desprevenida exhortación a cada persona, a cada entidad, a cada grupo de trabajo oficial o privado, a cada dirigente, a cada corporación del Estado ya sea el Congreso, las asambleas departamentales, ora los concejos municipales, los señores militares de todas las fuerzas, los grupos de inteligencia, de la producción agrícola e industrial, de las iglesias cristianas católicas y otras ideologías de orden espiritual, los dirigentes de la política, de todas las ONG, para que como una sola  voz, luchemos por borrar del  destino propio de los pueblos la perversión moral, el declive y desprecio de la ética y los valores, por la que estamos atravesando.

Sin eufemismos superficiales, cruzamos por una desmoralización sin precedentes en el orden sociopolítico, económico, familiar, y comunitario. Se perdió el respeto, la ética profesional es un artículo de lujo, los valores humanos es cosa del pasado.

Sin ostentaciones de ninguna clase, el desarrollo meteórico de la tecnología es un beneficio y fortalece la productividad, pero con todo respeto,  ha mecanizado a la persona, ha alineado a la juventud y a la niñez. Ha  esclavizado a los juegos y ha sembrado una cultura de deshumanización en tal proporción que ya es un problema de salud pública propia para siquiatras, los psicólogos y maestros de escuelas y colegios y en igual proporción de incidencia negativa en las universidades. Hoy la inteligencia humana ha sido aplastada y sustituida por la  inteligencia artificial. Y lo artificial es superficial en cualquier concepción.

Sin distorsión alguna, lo artificial y el relativismo, sobre todo cuando se trata de la persona humana y las sociedades, son una bomba de tiempo que todo lo destruye. Son una combinación silenciosa, pero criminal y devastadora. Son un cáncer social. Destruye a cada persona. Destruye a naciones enteras.

Nos permitimos consignar en este medio, que estamos asistidos por la más recta intención. Que por fortuna, no estamos matriculados en el grupo de los pesimistas o fatalistas de turno. Nos acompaña la indeclinable formación de luchar por la dignidad de la persona, cualquiera sea su condición. Por el prestigio de la Nación que nos vio nacer y de cada institución que la integra.  Porque estamos convencidos de que somos consecuencia de los principios sencillos y buenos, heredados de nuestros antepasados. Que nos apoyamos en las invocaciones espirituales y transformadoras de la Biblia Católica, respetando las demás ideologías y creencias. Que dejamos constancia que seguiremos planteando inquietudes que apunten a fortalecer el valor y la dignidad de cada persona. Que  cada persona siempre, siempre será superior a las máquinas y que nos inclinamos con fe a hacer culto a la inteligencia del corazón, para crear la empresa humana, netamente humana, que no sea presa del comportamiento del mercado explotador e infame, sino dirigida por sus sentimientos humanos, por la razón, y cada persona como ser integral.

TOMADO DE BOLETIN DE PRENSA